El sector agrario tiene una gran relevancia en nuestro país, dado su rol en la mejora de las condiciones de vida de la población rural, así como en la reducción de la pobreza. Aunque el sector representa menos del 1% del PBI nacional, emplea a más del 25% de la población económicamente activa (PEA).
Así, si bien cuenta con un enorme potencial, todavía se caracteriza, en su mayoría, por ser una actividad a pequeña escala, con un alto nivel de informalidad y una baja productividad (en comparación con otros sectores y con otros países de la región). Pese a este escenario, la productividad del sector ha aumentando de manera importante en los últimos años, en gran parte por el creciente empleo de nuevas tecnologías y la inversión en innovación.
Uno de los factores más importantes para modernizar el agro en nuestro país es la mejora en los sistemas de riego. Según el Ministerio de Agricultura y Riego (Minagri), el riego tecnificado tiene la ventaja de ahorrar entre un 40%y un 60% de agua, un recurso escaso en la mayor parte de la sierra y la costa, al permitir que esta llegue a los cultivos en la cantidad y en el momento exacto, lo que mejora su rendimiento y evita la depreciación de los suelos por erosión o salinización. De acuerdo con la Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA), un 17.1% de las unidades agropecuarias en 2016 aplicó riego tecnificado, cifra 2.1 puntos porcentuales mayor a la de 2015; mientras que el riego por aspersión continuó siendo el más utilizado (84.8%), seguido del riego por goteo (9.5%). Cabe mencionar que, hace dos décadas, menos del 2% de las unidades agropecuarias empleaba el riego tecnificado.
Un dato que llama la atención, y que va en línea con lo anteriormente señalado, es que entre los años 2007 y 2016, las importaciones de bienes de capital para la agricultura registraron un aumento de más del 200%. Entre estos destacan los tractores (US$ 38.2 millones en 2016), tractores de orugas (US$12.8 millones), insecticidas (US$ 35.7 millones), cosechadoras y trilladoras (US$7.3 millones), máquinas para cosechar (US$6.3 millones) y máquinas para la limpieza de productos agrícolas (US$5.3 millones).
Otro tema que no podemos perder de vista al hablar de innovación agrícola es el de las semillas certificadas. Las semillas de calidad permiten mejorar la eficiencia de la cosecha, pues generan un uso más eficiente de insumos agrícolas como agua, fertilizantes, agroquímicos, etc. A su vez, producen un mayor rendimiento de los cultivos y una mejor calidad, lo que se traduce en un aumento de los ingresos de los productores agrícolas.
En el Perú, la entidad encargada de la certificación, producción y comercialización de las semillas es el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), organismo adscrito al Minagri, responsable de diseñar y ejecutar la estrategia nacional de innovación agraria. El INIA verifica la identidad, producción y acondicionamiento de las semillas, según los estándares establecidos, y asegura su identidad genética, calidad fisiológica, calidad sanitaria y calidad física. Según cifras del Minagri, si bien solo un 12% del área cultivada actualmente utiliza semillas de calidad, se espera alcanzar un 50% en los próximos cinco años, mediante una estrategia de promoción se semillas certificadas, especialmente en cultivos estratégicos como el arroz y el maíz. Y si hablamos de semillas y productividad en el campo, vendría bien para el sector evaluar la permanencia, y por qué no la eliminación, de la moratoria al ingreso y producción de organismos vivos modificados. Levantar dicha moratoria, que se estableció sin sustento técnico alguno, beneficiaría no solo la rentabilidad del campo, sino también a la población rural que vive del agro.
Una agricultura moderna también nos permitiría consolidar nuestro gran potencial agroexportador. Como hemos discutido en ediciones anteriores, vamos por buen camino, ya que las agroexportaciones han registrado un importante y sostenido crecimiento en los últimos años. Con un crecimiento acumulado del 285% entre 2006 y 2016, las exportaciones del sector pasaron representar un 5% de las exportaciones totales en 2006, a un 13% en 2016. En el primer semestre de 2017, el desempeño de las exportaciones agropecuarias también fue bastante bueno, registrando un valor de US$2,182 millones, un aumento del 10% con respecto al mismo periodo de 2016. Y no olvidemos que lideramos el ranking mundial en la exportación de diversos productos agrícolas: espárragos (puesto 1), paltas (3), arándanos (3), mangos (4), uvas (6) y mandarinas (7), según cifras del Centro de Comercio Internacional en 2016.
Sin duda, hemos registrado importantes avances en la modernización de nuestro agro, como lo demuestran la tecnificación del riego, el creciente uso de tecnologías, el fomento de las semillas certificadas y el despliegue de nuestras agroexportaciones. Pero la tecnología e innovación aún tiene un importante rol que jugar en eliminar las deficiencias de productividad y aumentar nuestra competitividad. Asimismo, debemos continuar implementando otras medidas en el marco de la Política Nacional Agraria, tales como el manejo sostenible del agua y los suelos, la diversificación del sector, la asistencia y capacitación técnica, el acceso a los servicios financieros y la sanidad agraria.