La derogación de la Ley 27360 generó incertidumbre y desempleo en el sector agrario. Si eso no fue suficiente, hoy se corre el riesgo de dinamitar su calidad.
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El trayecto a Ica: desierto y aroma a mar, y claro, también a mucho calor. Pero este escenario muta en un mural en el que la Panamericana Sur es una serpiente rodeada de eléctricos sotos.
Se cae de madura la siguiente pregunta impopular: ¿son acaso abusivas las agroexportadoras con los trabajadores, siendo esta la narrativa que se instauró en el paro agrario del año pasado en Trujillo e Ica?
Tras aquel despelote social que mantuvo en vilo al país y que tuvo a las agroexportadoras como las villanas de la película, el Congreso de la República derogó la Ley 27360 el 6 de diciembre de 2020.
Pues bien, ¿qué pasó desde entonces en el agro? Con la Ley 31110 se creyó que la situación mejoraría para los trabajadores, con mayor razón si en ese primer año de pandemia, el sector agropecuario había crecido hasta noviembre en 7.1%. Pero el escenario no fue el esperado, ya que la reciente encarecía los salarios lo que llevó a muchas agroexportadoras y productores a automatizarse mientras que otros con precarización de trabajo incluida.
La esperanza sobre una mejorar salarial quedó dinamitada cuando la nueva ley ofreció su primer fruto: 200 mil personas con empleo directo e indirecto quedaron sin trabajo, y esto fue solo en comienzo de la pesadilla porque aún no hay cifras oficiales -en 2021- de cuántas personas acabaron perdiendo su empleo.
Productos bandera como el espárrago dejaron de ser prioridad debido a los altos costos de producción (a saber, 61% de incremento en el salario), teniendo como perjudicadas a las familias que mediante este producto percibían por año cerca de S/ 145 millones.
Ante este escenario desalentador, las agroexportadoras y productores siguen luchando con ahínco y preocupación, por obra y gracia de la inestabilidad política.
“No solo buscamos crecimiento económico, sino también un desarrollo que impacte en la vida de la gente, en especial en los distritos de influencia”, dice Bruno Burgos, gerente de Gestión Humana de Agrícola Don Ricardo, con 1,600 hectáreas que en temporada alta emplea a más de 4,500 personas.
CARETAS constata que el raleo no está reñido con la digitalización, prueba de ello es la señora Celia, quien desde los 14 años trabaja con esta tarea en las uvas: “Hay una comunión con estos frutos. Yo vengo de una vieja escuela y me he adecuado a los cambios. La calidad es lo que debe primar”.
Agrícola Don Ricardo acaba de concluir su temporada de paltas, mandarinas y naranjas, que serán exportadas a Europa, Asia y Estados Unidos, y pasará inmediatamente a las uvas (su demanda ha crecido en 48%) y los arándanos. “Los frutos deben calzar con las exigencias del mercado foráneo. Tenemos tecnología de primera nivel”, señala el gerente de Plantas, Emilio Rojas, quien precisa que “la labor manual no ha quedado de lado” mientras que las trabajadoras -ante miles de mandarinas que circulan por los carriles- están atentas a los frutos que no cumplen con los estándares de presentación. “Cada caja de mandarinas tiene un código y se le sigue hasta su destino final, respetando la cadena de frío como con las vacunas”.
Por su parte, Rafael Ibarguren, gerente general de Don Ricardo y toda una leyenda del agro peruano, dice que “ante todo, soy agricultor, creo en la potencialidad del agro y en el ser humano. Cuando llegó esta pandemia, ya estábamos preparados porque siempre estamos expuestos a plagas”. Y mientras detalla sobre el modernos sistema de control de agua de Don Ricardo, que incluso puede ser administrado con un celular, afirma que “el peligro mayor que correa esta industria son las mentiras que atentan contra la formalidad”.
Manuel Olaechea, gerente de Operaciones Agrícolas de Sunfruits, agroexportadora que desde 2008 se dedica a las uvas, arándanos, cítricos y paltas (a saber, 100 hectáreas solo para la mandarina): “De lo que produce la tierra, nada de desperdicia”. Y muestra su “bebé” a CARETAS; una nutrida planta de compostaje, producto de un paciente proceso de aguas servidas, madera y frutos pasados.
Si estas bondades agrarias tienen una alta demanda (a saber, la palta peruana es superada por la palta mexicana por su cercanía con su mayor consumidor: Estados Unidos) se debe a que cumple con las exigencias internacionales y en ese objetivo resulta clave Senasa (Servicio Nacional de Sanidad Agraria del Perú), entidad que sería desplaza por los gobiernos regionales, como es el deseo del cuestionado ministro de Trabajo Iber Maraví. Es decir, al agro peruano se le quitaría sustento técnico y esa gracia politiquera suscitará una tragedia: bajará la demanda, Perú retrocederá lo avanzado y crecerá el desempleo.
Para Olaechea, el empleo debe estar sujeto a la eficiencia, meritocracia y productividad. Este principio es también compartido por Juan Pablo Moreno y Jesús Bardález – gerentes de uva de mesa, y de paltas y espárragos, respectivamente- de Agrícola Chapi.
En el fundo Don Ernesto, el más representativo de Chapi, hay también un bosque seco de nueve hectáreas productivas. Molles, huarangos, perlillos, especies de animales y clases de preservación para niños con algunas de sus cualidades. “Este es nuestro compromiso con el medioambiente, hay que darle a la tierra lo que esta con generosidad nos da”, dice Moreno.
En el imaginario social orbita una inquietud: ¿qué pasa con el espárrago? Al respecto, Bardález responde que el peruano “es uno de los mejores, pero hay otros productos que son más pedidos”, y como indica Moreno: “La demanda permite dar empleo”.
Este concepto sustenta su verdad en un hecho axiomático ni bien CARETAS se retira de Chapi, por que fue testigo de la informalidad agraria al constatar la presencia de camiones listos para transportar sin protocolos de seguridad a cientos de trabajadores.
Para un animal de ciudad, lo primero que asombra de Vanguard Perú es la malla antipájaros que cubre mil hectáreas dedicadas a la uva. Para los jóvenes Edward Gavilán, Enrique Vargas y Pedro Pardo Figueroa, unos de los puntos medulares para esta agroexportadora es la labor social y ofrecer las mejores condiciones a los trabajadores, a los que se les brinda incentivos económicos de acuerdo a la eficiencia. Vanguard Perú opera desde 2016 y sus jóvenes representantes son firmes, al igual que sus vecinos, sobre la necesidad de formalizar el sector.
Otro punto de coincidencia entre los agroexportadores consultados: no han sabido comunicar sus logros sociales en los distritos aledaños. Esta es la tarea pendiente.
Fuente: Caretas